sábado, 24 de febrero de 2018

Confesión



Cuando le sacaron la capucha, sus ojos demoraron en acostumbrase a la potente y blanca luz que provenía de todas partes, la cabeza le dolía horrores.

Se encontraba atado, de pies y manos, a una silla en el centro de una habitación sin ventanas. Sentado, frente a él, estaba el cazador de La Compañía. Ignoraba cuanto tiempo llevaba siendo su prisionero, pero el Doctor Johannes, el mejor físico teórico del siglo XIV, y posiblemente de toda la historia, estaba completamente asustado.

—Doctor Johannes, ¿Cómo se encuentra usted hoy? — Preguntó el cazador, mientras le acercaba un poco de agua a la boca —Mi nombre es Roberto Liberman, y como supongo ya se habrá dado cuenta, soy un cazador.

—No me interesa quien es usted, y estaría mejor si me soltara.

—Sabe que eso no es posible— replicó —A menos que, por supuesto, nos provea del código de decrepitación de su disco de memoria. El que le sacamos de allí— señalando la pequeña cicatriz sobre la oreja izquierda de Johannes.

—Ah. Lo han encontrado—dijo el doctor, resignado —De cualquier manera, no obtendrán mucho de ese disco, tiene una encriptación de 32k-bits. Es imposible de descifrar sin la clave.

—Si, lo sabemos. Por eso apelo a….

—¡Nunca se los diré!—interrumpió Johannes— ¡Pueden torturarme todo lo que quieran! ¡Jamás le daré a la Compañía los planos del motor temporal! ¡JAMAS!

El cazador se limitó a sonreír.

—Como le decía— retomó con calma—Apelo a su buen corazón para que nos de voluntariamente la clave para desencriptar el disco. Personalmente, odio la tortura. La gente dice cualquier cosa con tal de evitar el dolor, y muchas veces mueren antes de decir la verdad. Es un ejercicio inútil.

Johannes lanzó una estruendosa carcajada.

—Dígame, ¿Porqué les daría voluntariamente semejante información?

—Eventualmente si, doctor. Conozco a los de su clase, y veo en sus ojos que el dolor no lo hará hablar. Pero siempre hay otros métodos.

El cazador sacó una fotografía de uno de sus bolsillos y se la mostró a Johannes.

—Esta, doctor, es mi familia. Mi esposa Susana, y mis hijas, Clara y Analía. Yo también soy un hombre de familia.

Johannes observó la foto y luego, miró incrédulo a Roberto.

—¿Qué tiene que ver su familia con todo esto?

—Oh, nada en realidad. Pero, así como me ve, o como puede pensar que me ve, como un ser despiadado y sin corazón. Soy en realidad un tipo que también tiene corazón, y que haría cualquier cosa por proteger y salvar a mi familia. Cualquier cosa, Doctor. ¿Usted no?

—Pues sí, claro que sí. ¿Qué clase de hombre sería si no protejo a mi familia?

—Exacto. ¿Qué clase de hombre sería? — Roberto se levantó de la silla y comenzó a caminar en círculos alrededor del doctor— ¿Qué clase de hombre sería si no protege a su esposa Anna, a su hijo Franz, o a los mellizos, Otto y Mikel? — Se detuvo frente a Johannes —Dígame, doctor ¿Qué clase de hombre sería?

Johannes miró al cazador, y este esbozó una sonrisa.

—Entiendo que dude, doctor. Pero le garantizo que los tenemos— El cazador se dirigió a un rincón se sacó de un compartimento oculto un violín.

—¿Lo reconoce?— le acercó el violín al doctor Johannes y le mostró la parte inferior del mismo, en donde se podía observar una pequeña marca, producto de un golpe ocurrido ya hace tiempo.
Johannes, quedó pasmado, atónito, incapaz de cerrar la boca. Era el violín de Franz.

—Así es doctor, veo que lo reconoce, es el violín de su hijo. Y le garantizo que Mikel no fue a su cita con el doctor para que lo trate de la fiebre que tenía.

Si a Johannes le quedaba alguna duda, esta desapareció al instante. Agachó la cabeza y comenzó a llorar.

—Oh vamos, doctor, no llore. Compórtese como un hombre. Debería haber sabido que esto pasaría. Cuando comentó en la Red Académica Mundial que ya tenía resueltas las principales ecuaciones del motor temporal decidimos actuar. ¿Semejante descubrimiento en manos de profesores? No lo creo. Una corporación como La Compañía le dará un mejor provecho.

—Todo lo que la compañía quiere es enviar información al pasado para aumentar sus ganancias en el presente.

—¿Y que tiene eso de malo? ¿No estamos, acaso, ayudando a nuestros accionistas a conseguir un mayor beneficio? Ahora, doctor, deme la clave, o lo único que le quedará de su familia es un triste recuerdo. Un recuerdo de su fracaso.

Johannes, cabizbajo, lloraba en silencio.

—Vamos, doctor—Continuó Roberto— No siga lamentándose por esta serie de eventos, en el fondo, usted sabía que esto podía pasar. Lo que mueve al mundo es el dinero, y las ganancias, las utopías murieron con el viejo siglo XX.

Johannes lanzó un largo suspiro y, resignado, le dictó una larga sucesión de números, los cuales Roberto transmitió por un pequeño micrófono oculto en su mano. Instantes después una puerta se abrió y una mujer asomó la cabeza.

—¿Y bien? — Preguntó Roberto.

—Lo tenemos. Tenemos los planos— Respondió.

—Muchas gracias, doctor— Dijo el cazador, al tiempo que soltaba la foto y se iba de la habitación— Alguien vendrá a liberarlo.

—Oiga, se le cayó la foto de su familia. ¿¡Y que hay de mi familia?! ¿Los van a soltar?

—Yo no tengo familia. Y la suya está en su casa. No somos criminales, doctor, solo somos hombres de negocios.

El cazador dejó la habitación mientras Johannes lo observaba, atónito.

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